Me gustaría
expresar el revuelo de sentimientos y pérdida del sentido que implica la tragedia
del duelo en esta entrada. Yo aún me acuerdo cuanto estaba más pequeño (porque
todavía lo soy) y miraba a aquellas personas que me vieron crecer como las más
importantes de mi vida, sin alguna vez pensar que algún día se podría ir uno de
ellos. Irse de viaje para nunca regresar. Me sentí vacío, algo así como muerto
en vida pero mucho peor, no sabía porque me tenía que pasar eso y me
preguntaba: ¿Será que hice algo malo o que carajos estoy pagando? Lo único que pensé
fue en darme golpes en la cabeza contra la pared para despertar de ese sueño
tan desagradable he irritante y poder volver a la realidad de mi vida. Pero esa
ya era mi realidad y la tenía que afrontar de alguna manera. Fue
un destrozo emocional que me carcomió por dentro. Y, no sé, a lo mejor todavía
me siento con esa sensación maluca pero es más llevadera.
Es inexplicable
lo que sucede en nuestras vidas cuando ha llegado la hora de partir de un ser
querido. Duele mucho, lo sé, y solamente
el tiempo puede mitigar el dolor y vacío que esto supone para el alma. Han pasado
siete años y siento como si nunca la hubiera tenido, pues, será porque nunca me
di cuenta del tesoro que tenía en mi vida o… tal vez si lo sabía pero nunca
imaginé que lo perdería.
Hasta el
día de hoy me pregunto si en realidad hice bien las cosas, o si ella se fue
enojada conmigo, de todas maneras nunca lo sabré. Esto es una pequeña reflexión
para las personas que lean esta entrada, para que aprecien un poco más lo que
la vida les ha brindado porque quizás aún no se han dado cuenta de lo
afortunados que son al compartir con las personas que aman. Y si por casualidad
la vida misma ya se ha encargado de arrebatarles una parte de sus corazones,
piensen en lo que todavía tienen.
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